María José Villaverde y Tocqueville

Ayer se presentó en Madrid el nuevo libro de la profesora María José Villaverde Rico sobre «Tocqueville y el lado oscuro del liberalismo» que consiguió completar el aforo del espacio cultural de la Fundación Ortega-Marañón. Que la presentación de un libro de historia de las ideas consiga congregar a tanta gente ya sería de por sí reseñable pero es que el fondo del asunto tiene su interés pues el liberalismo, como muchos ismos, se analiza en demasiadas ocasiones de forma maniquea ya sea para exaltarlo o para menospreciarlo desde los prejuicios. En cualquier caso, lo que en esta ocasión estudia Villaverde es la relación de Tocqueville con las contradicciones de su época y sus coetanos y en particular ese lado oscuro del liberalismo que defendió el imperialismo cuando era algo tan aceptado y «natural» que ni siquiera se llamaba así.

La única silla que quedó vacía se encontraba sobre la tarima ya que uno de los intervinientes, José Alvárez Junco, faltó a la cita. Sí acompañaron a la autora María Luis Sánchez Mejia, José Varela Ortega y Carlos Rodríguez Braun ,quienes además de alabar su trabajo no dudaron en llevarle la contraria y discutirle hasta el título. No es habitual que en un acto que se supone de exaltación se fundamente en la contradicción ya que muchos egos no lo soportan. Pero no es el caso de María José Villaverde, siempre dispuesta a ese proceso de falsación tan liberal, a esa búsqueda de la verdad a través de la discusión, entendida en su mejor acepción que es la del debate de las ideas desde la honradez intelectual en lugar de la disputa demagógica.

María José Villaverde consiguió defender su tesis frente a estos escuderos tan quisquillosos que también apuntaron visiones muy interesantes desde su campo de especialización. Sánchez Mejía puso el acento sobre los intereses de esa «misión civilizadora» que impregnaría el pensamiento ilustrado y Rodriguez Braun señaló, sin que sirva de precedente, que es precisamente esa voluntad organizadora uno de los aspectos negativos que se podría atribuir al liberalismo. Claro que siempre podríamos entrar en el debate sobre qué es el liberalismo -y el sexo de los ángeles- pero desde una perspectiva amplia no cabe duda de que una rama del liberalismo también ha sido intervencionista en su afán por llevar la ilustración ha defendido formas liberales de imperialismo. Aunque los comerciantes no entiendan de fronteras lo cierto es que las del mundo se han ensanchado o abierto en ocasiones por la fuerza. Quizá uno de los ejemplos más claros sea el de la apertura de Japón tras la llegada a sus costas del comodoro de la armada estadounidense Mathew Perry. ¿Se puede obligar a ser libre a quién no lo es y no quiere serlo?

El propio título puede parecer contradictorio – a mí me lo parecía y me causó gran intriga- pero tras escuchar a la autora, uno descubre que se debe más a una lectura superficial pues no apunta tanto al lado oscuro de Tocqueville como al de alguno de sus coetanos y el contexto en el que tuvo que lidiar. Al fin y al cabo una cosa son las ideas y otra la realidad en la que vivimos que nos hace ser más pragmáticos y descubrir muchas tonalidades de grises entre el blanco y el negro. Y es que tal y como explicó Villaverde esta obra es el fruto de su estudio de los escritos argelinos del autor de la Democracia en América y la correspondencia con su amigo, y «padre» del racismo, Gobineau. Sin haber leído todavía el libro barrunto que Tocqueville resistirá la comparativa pues de su paso por la política aprendió, como cita Villaverde, que «la política deja al descubierto un lado de la humanidad lamentable» y siempre defendió que «no hay nada que autorice al Estado a (…) tiranizar al individuo para goberné mejor, o, como se pretende de manera insolente, a salvarlo de sí mismo». No es de extrañar que, como señala la autora en la introducción, Tocqueville terminará sus días desenfado y retirado a la manera de los epicúreos, cultivando su propio jardín. Quizás la única forma liberal de entender el mundo.

A estas alturas no puedo esconder mi debilidad por María José Villaverde, a quien admiro desde que me dio clase de Teorías y Formas Políticas. Ya entonces sus análisis de los textos me abrieron un mundo nuevo de autores que supuestamente ya conocía pero que a la luz de esa lectura acompañada y tutelada de la profesora cobraban una nueva vida. No se limitaban a una cita descontextualizada sino a tratar de comprenderlas en el conjunto de toda su obra y de su época. En cierto modo esto es lo que Villaverde también consigue en sus libros con una prosa que aúna apasionamiento y rigor sin sacrificar ni el fondo ni la forma, tiende la mano al lector para guiarle a través de la historia de las ideas en páginas repletas de citas que están tan bien escritas que se leen como si de una novela se tratara. No me cabe duda de que la Universidad perdió mucho cuando María José Villaverde dejó de dar clases de forma activa aunque afortunadamente no ha cesado de investigar y de vez en cuando nos regala artículos y libros como este sobre Tocqueville y el lado oscuro del liberalismo.

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