Feliz Navidad

el

La expresión “Feliz Navidad” que repetimos estos días encierra un mensaje importante que a veces olvidamos en la vorágine del mundo actual e incluso escondemos tras un genérico “Felices Fiestas” que sirve tanto para felicitar la Navidad cómo el día del garbanzo de Fuentesauco. Pero la Navidad es mucho más y conviene saber qué celebramos, por qué lo celebramos y para qué lo celebramos. Desde hace unos años, cuando se reúne toda la familia alrededor de la mesa en Nochebuena, escojo un pasaje bíblico para que podamos meditar sobre su significado. Este año en el que nos encontraremos lejos de nuestros seres queridos he querido compartir también con todos vosotros esta reflexión a modo de felicitación navideña un poco más extensa y profunda de lo habitual: 

Hoy celebramos la Navidad. Aunque este relato es bastante escueto en la Biblia y solo aparece en dos de los cuatro Evangelios se trata de una narración que nos da Esperanza y sirve como guía para nuestro día a día. 

El evangelista Lucas empieza exponiendo cómo María, a punto de dar a luz, y José tuvieron que desplazarse desde Nazaret a Belén para inscribirse en el censo ordenado por el emperador Augusto (Lc 2, 1-5). Un episodio que demuestra cómo los políticos y la burocracia ya entonces condicionaban la vida de la gente común. Jesús, el hijo de Dios, tuvo que nacer en un pesebre entre animales, alejado de su hogar y del resto de su familia, como consecuencia del capricho de un gobernante y la desidia de sus funcionarios (Lc 2, 6-7). 

Tras esta temprana dificultad, Mateo nos explica que la Sagrada Familia tuvo que exiliarse a Egipto huyendo de la persecución del rey Herodes (Mt 2, 13-18), hechos que evocan a la travesía del desierto que tuvo que emprender el pueblo de Israel (Ex 12,37) y que está muy presente en todos los relatos bíblicos. Un viaje lleno de obstáculos que no solo se limita a las penurias físicas sino que representa también todas las dificultades de espíritu que debemos afrontar en nuestras vidas, en las que solo encontramos consuelo cuando nos volvemos hacia Dios, y seguimos esa luz que se encendió cuando Jesús vino al mundo y desde entonces no se ha apagado. Nuestra Fe la mantiene encendida incluso en las noches más oscuras para que podamos entregarla a la siguiente generación y continuar la Historia que se inició muchos siglos antes de nuestra era con la promesa y la alianza de Dios con el pueblo judío (Ex. 34,10) que se extendió a toda la Humanidad con el nacimiento de Cristo.

Ambos evangelistas no ofrecen muchos detalles sobre el sufrimiento que seguro tuvieron que padecer estos padres ante los peligros que acechaban el bienestar se su hijo pero podemos intuir que debió ser terrible ya que cuando Dios anunció a José que podía volver a su hogar éste “tuvo miedo de ir allí” y “se retiró a la región de Galilea” (Mt 2,22). Una situación que hoy nosotros -salvando las distancias y con todas las comodidades que tenemos- podemos comprender mejor viviendo nuestro particular exilio en un país extranjero obligados por un Gobierno que no reconoce a nuestra hija y tantos Herodes con los que nos hemos cruzado en esta dura travesía a quienes solo les interesaba su propio beneficio a costa de nuestra pequeña. Nosotros no somos especiales, y todas estas dificultades no son más ni peores que los trances que tienen que afrontar cualquier padre tras el nacimiento de su hijo: ya sea una enfermedad , la muerte o los problemas intrínsecos de su crianza. Aquí mismo, en la Ciudad de México es habitual encontrar familias que venden objetos en la calle mientras tienen a su hijo resguardando en una caja de cartón, en una situación de necesidad y frío similar a la que pasó el niño Jesús en el pesebre.

Pese a todo, nosotros nos sentimos dichosos porque hoy no solo podemos celebrar el nacimiento de Cristo hace más de 2 mil años sino que lo hacemos junto a nuestra hija. Una alegría que sí se refleja en los Evangelios en la anunciación del ángel a los humildes pastores que es hoy la base de la celebración y adoración al Dios que se hizo hombre para nacer entre nosotros, y como nosotros. Estamos lejos de nuestra familia y amigos. Sí, pero también sentimos su calor cerca y hoy nos acordamos de todos ellos, de los que están y de los que nos esperan ya junto al Señor. Además hay otra persona que ya es muy especial para nosotros, Sandra, cuya generosidad nos ha permitido ser padres. Por eso hoy podemos regocijarnos y festejar cantando: ¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra, paz a los hombres buena voluntad» (Lc 2,14). Feliz Navidad.

Un comentario Agrega el tuyo

  1. Jorge dice:

    Qué bonita reflexión !
    A pesar de la dificultad estáis juntos esta nueva familia. Pronto os tendremos de vuelta.

Deja un comentario